Sólo siguiendo el ritmo de las nubes llegarás a alguna parte

jueves, 10 de noviembre de 2011

El día que aprendas a quererte podrás empezar a querer al mundo

Si algo he aprendido en los últimos tiempos es a madurar. He aprendido que la madurez no tiene nada que ver con la edad, con la cantidad de palos que te dan, ni con las veces que te caes. Se madura por valentía, por vivir cosas buenas y aprender de ellas, por echar de menos, porque sin momentos buenos que recordar no se puede echar de menos. Madurar no es tener la frase perfecta en cada momento, ser más listo o tener más amigos. Madurar no es pasar de los problemas de la vida, vivir en tu mundo y creerte mejor que el resto de la gente. Madurar es algo que simplemente pasa, pero no es llegar a un punto y haber "crecido". Para crecer hace falta ir paso a paso, nadie madura de un día para otro, pero sí se puede sentir más capaz de entender las cosas. Madurar es dar pasitos hacia delante y hacia atrás, coger el camino fácil o el difícil, pero coger uno, y aceptar que cuando el camino tiene curvas, no puedes dar media vuelta y coger otro, que tienes que pasar por todos esos altibajos. Y si no te toca pasar por baches, pues no los pasas, porque ser "maduro" no es haber pasado por todas las cosas malas. Lo que he aprendido, es que no se trata de ser más que los demás, ni de ser menos, que hay que aceptar las consecuencias de tus actos y que a veces, por muchos años que tengas, te vas a seguir comportando como un niño. Porque lo más importante que he aprendido, es que a veces saber ser infantil implica tener una base importante de madurez.

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