Sólo siguiendo el ritmo de las nubes llegarás a alguna parte

lunes, 1 de agosto de 2011

La verdad es que miento y miento al decir que la verdad es cierta.

Desde siempre nos han enseñado que mentir es malo, pero nos han enseñado a mentir. Hay muchos tipos de mentiras: mentimos para no hacer daño a alguien, mentimos para conseguir lo que queremos, mentimos por aburrimiento y porque no hay otra salida.
Por ejemplo, tienes un mal día, no te apetece salir, pero tampoco que nadie se preocupe por ti. Te llama tu mejor amiga y en vez de decirle que no te apetece y no decirle el porqué, le mientes (es que tengo que ir a comprar o me han castigado por gastar demasiado saldo...). O quieres salir hasta más tarde, pero tus padres no te dejan... bien, les dices que alguien te acompañará a casa cuando es mentira. O mientes por aburrimiento, sí, porque llevas tanto tiempo intentando que alguien te entienda que ya le das la razón (sí, es verdad lo que dices) aunque creas que no la tiene. O cuando suspendes un examen... bueno, ahí hay mentiras de todo tipo, que faltaste a clase el día que explicaron una cosa y no sabías que entraba como materia, que el profesor te tiene manía, que te han bajado la nota por faltas de ortografía (pero en lengua tienes buena nota... extraño ¿no?), o cualquier mentira absurda.
Bien, y digo yo ¿no sería más fácil decir la verdad? La verdad nos hace culpables, mientras que las mentiras nos ayudan a salir de los problemas. Mentir es fácil, es rápido y no hacen falta más explicaciones, cuando se dice la verdad hay que pensar cada palabra para que no se malinterprete, a veces duele y causa situaciones incómodas. Después de todo, la mentira gana por goleada a la verdad. Porque a todos nos han dicho de pequeños que mentir es malo, pero hemos visto a padres, hermanos y profesores mentir. Quiero decir que nos han puesto muy difícil no caer en mentiras. Pero a veces mentimos tanto, que toda nuestra vida se rodea de falsedades. Si mentimos a tanta gente, al final nadie sabrá cual es la verdad y a veces nos costará a nosotros mismos distinguirla. Al menos yo, no quiero vivir una vida en la que nadie me conozca y todos sepan algo sobre mí que no es cierto. Así que yo, una persona que mientes bastante, tal vez demasiado... no, seguro que miento demasiado, me he dado cuenta de que las mentiras a veces estallan en la cara como un globo de agua. Las vas pasando y cada vez tienes más miedo de que caigan al suelo y exploten. Hay que saber mentir. Pero hay también que ser valientes para decir la verdad. ¿Has dicho te quiero cuando en ese momento no lo sentías? Enhorabuena, si lo has hecho, eres un experto mentiroso (lo soy).

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